Me permito… SER

1.- Me concedo a mí mism@ el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.

2.- Me concedo a mí mism@ el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

3.- Me concedo a mí mism@ el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

4.- Me concedo a mí mism@ el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mism@ las consecuencias de esos riesgos.

5.- Me concedo a mí mism@ el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.

El camino de la Autodependencia

J.Bucay

Esclavos del Reloj

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

 Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Julio Cortazar

Las Alas son para Volar

Cuando se hizo mayor, su padre le dijo: «Hijo mío: no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado».

– Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

– Es verdad… – dijo el padre. Y, caminando lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.

– ¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.

El hijo dudó.

– ¿Y si me caigo?

– Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento – contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida.

Los más estrechos de mente le dijeron: “¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está loco… ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?”.

Los mejores amigos le aconsejaron. “¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero… ¿desde la cima?”.

El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero, desgraciadamente, se precipitó a tierra.

Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre.

– ¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.

– Hijo mío – dijo el padre-. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.

Para volar hay que empezar asumiendo riesgos. Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre.

 

Déjame que te cuente…

J. Bucay

 

Crisis = Oportunidad

La primera vez que escuché «esto» me reí con cinismo; pensé, ya no saben que contarnos para «colarnos» este malestar y que nos resignemos pasivamente a ello. Hoy, 5 años después de que comenzara la «famosa crisis» y con vistas a «todavía nos queda», me puedo dar cuenta de todo lo que nos está aportando positivamente si sabemos  verlo y recibirlo, claro está.

Durante estos cinco años he escuchado y visto continuamente gente que se ha quedado en paro y pasa por un gran momento de angustia y miedo ante la incertidumbre de no saber como lo van ha hacer para poder seguir viviendo y ante mis ojos se van produciendo los milagros de, no solo que siguen viviendo, sino que acaban descubriendo formas de vivir mejor. ¡Sí! de vivir mejor, con más calidad de vida.

Antes de la crisis, no nos dábamos cuenta de la espiral en la que estábamos metidos casi todos. Una espiral de trabajar, gastar, consumir, trabajar más, consumir más, gastar más, con la esperanza de que todos esos «consumos» nos llevaran a una mejor calidad de vida. Mejor vivienda, mejor tecnología, mas, mas, mas, para tener unas supervacaciones de 15 días, en ese hotelazo de la otra punta del mundo, con ese supermegamovil, o esa supertablet…etc.

Hoy mucha gente esta redescubriendo el placer de trabajar menos, ganar menos, gastar menos y disfrutar de lo que ya tenemos. Sí, quizás vale mucho más la pena unos botes de cerveza y una bolsa de patatas en compañía de buenos amigos o de nuestra familia en la playita de al lado de casa o el parque público, que quizás antes no habíamos pisado.

No tenemos tanto dinero como antes, pero quizás aprendamos el valor del tiempo, ese tiempo que «malgastábamos» trabajando (malgastábamos porque invertíamos en cosas que realmente no nos hacían falta, pero creíamos que no podíamos vivir sin ellas), para algún día, tener tiempo para disfrutar. Absurdo ¿No?.

Estamos cambiado los centros comerciales, apoteósicos templos del «Dinero», deidad de la nueva era del consumismo, por parques, playas y montañas al aire libre, donde disfrutar de forma gratis de nuestra recién estrenada nueva libertad. Cada vez estamos menos sometidos al tirano reloj y estamos aprendiendo el verdadero valor de las pequeñas cosas importantes, como una buena charla con nuestros amigos y/o vecinos (en vez de tanto wasup), jugar con nuestros hijos, nuestras mascotas, mirar a los ojos a nuestras parejas, etc. Y valorar lo buena que está la tortilla de patatas echa por uno mismo y el encanto de extender sobre el suelo el mantel a cuadros rojos.

Las familias se han vuelto a reunir, entorno a una olla de cocido casero; y a pesar de las consabidas disputas familiares que siempre surgen en los inicios, nos estamos reencontrando, reconociendo y redescubriendo a las maravillosas personas que reaparecen en los momentos de mayor dificultad. Si, nuestros políticos y bancos nos han estafado y abandonado, pero ahí están esas personas que nunca nos abandonarán, familiares y amigos. Las personas son las que de verdad importan.

Quizás nunca volvamos a estar como «antes» ¿Y qué? ¿Seguro que antes estábamos tan bien? Sin tiempo para dormir, disfrutar o simplemente no hacer nada, pegados a los escaparates, sufriendo por no poder conseguir el ultimo modelo de Iphone, o los zapatos y modelitos de temporada.

Cada vez me gusta más esta nueva forma de vida donde hay más contacto humano, las transacciones son directas, vuelve el trueque, el «te paso ropa de mi hijo para el tuyo y nos tomamos un café de paso» «yo hago la tortilla y tu pones las cervezas» «pásame la receta del bizcocho y yo te presto el libro que acabo de leer que es muy bueno». El reciclar, el compartir, siento que nos está volviendo más humanos, menos egoístas y temerosos; sí, hay vida después del «paro» y puede ser una vida de mejor calidad, si sabemos relajarnos y confiar.

Que cierto es que «en los momentos de mayor dificultad es cuando descubres a tus verdaderos amigos» y yo añadiría; si no te aferras al pasado puedes descubrir una vida mucho mas llena, nutritiva y mejor.

Yo sueño ya con un futuro en el que el dinero no exista, y se vaya al traste todo el «tinglado» de chuparnos la vida los de «arriba», que seamos verdaderos dueños de nuestra existencia y se termine la tiranía del reloj, de las ventas, de las compras compulsivas, y de la imagen. «Dios quiera que lo vean mis ojos», como decía mi abuela.

Mar Reche

Águila y Halcón

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

– Nos amamos- empezó el joven.
-Y nos vamos a casar-dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo.
-Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán.
-Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
-Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
-Por favor-repitieron-,¿¿Hay algo que podamos hacer?
-El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.
-Hay algo…-dijo el viejo después de una larga pausa-.Pero no sé…es una tarea muy difícil y sacrificada.
-No importa-dijeron los dos.
-Lo que sea-ratificó Toro Bravo.
-Bien-dijo el brujo-, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermosos y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio.
-Y tú, Toro Bravo- siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta…Salgan ahora.

Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur…

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
-¿Volaban alto?- preguntó el brujo.
-Sí, sin duda. Como lo pediste…¿Y ahora?- preguntó el joven- ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
-No-dijo el viejo.
-Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne-propuso la joven.
-No- repitió el viejo- Hagan lo que les digo. Tomen las aves átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero… Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.

El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritados por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
-Éste es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados.

El camino del encuentro
J. Bucay